martes, 21 de abril de 2009

BAJO UN CIELO DE ESTRELLAS (004)

Le hubiera gustado gritar, a los cuatro vientos, que la amaba, pero temía hacer el ridículo.
No tenía confianza en hacer de esa relación algo que valiera la pena presentar ante el mundo.
No por falta de confianza en sus propios sentimientos, sino porque Amada iba de flor en flor.
La debilidad que ocultaba, a los ojos de los demás, hubiera sido un verdadero drama si se expusiera a sus miradas.
Las cosas se agrandan cuando los testigos patentizan lo que son.
Temerosa, reservaba ese íntimo sentimiento para que nadie le dañara.
Aún así, le corroía las entrañas haciéndole estar pendiente de gestos y miradas.
Los que su amiga proyectaba sin disimulo.
Los propios para evitar delatarse.
Si hubiera sabido lo que hoy sabe, no se hubiera entretenido en una pantomima que para nada le servía.
Los gestos siempre delatan. Son retrato de aquello que bulle en el alma.

Nadie entendió que se levantara bruscamente y le tirara a la cara aquella bebida que Amanda acababa de poner en sus manos. Eso creía.
Sonríe con un gesto amargo, recordando y viendo la escena como si ya nada tuviera que ver consigo misma.
Cuando se desmoronó y rompió en llanto, vio como unos brazos la acunaban y, en un siseo suave, una voz amiga canturreaba intentando calmarla.
Escucha esa sonata.
Hay cosas que se enquistan en la memoria. Dicen que los olores son lo que más, pero las vida tiene fracturas que dejan improntas como la que en ese momento le revenían.

Nada de todo aquello parecía ser importante ahora que la casualidad había puesto una danza de luces y sombras sobre su cama. La de ese hotel en que pernoctaban.
Amanda había quedado en un recodo de alguno de los caminos.
Recordaba sin dolerse, aun sabiendo que dolió tanto. Que le desgarró el alma.
Sin embargo, todavía le supura la herida. Debería restañarla.
Se dice que una gestal abierta está siempre presente.

Recordarse en esos estados del alma no movilizaba nada. Pensó, se pensó, que algo no funcionaba. ¿Cómo era posible haber vivido al borde del precipicio y estar mirando a él sin siquiera pestañear?
Tanto silencio había construido un muro insalvable.
Estos dos días los dedicaría a pensar para buscar la manera de demolerlo.



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